domingo, 14 de febrero de 2021

Eduarda Mansilla

 Eduarda Mansilla, hija de Agustina Rosas y del general Lucio Norberto Mansilla, fue educada en el círculo íntimo de Juan Manuel de Rosas. Casada con el diplomático Manuel Rafael García, se trasladó con él a los Estados Unidos y más tarde a Europa. Bajo el seudónimo de Daniel publicó en 1860 la novela El médico de San Luis y más tarde, Lucía Miranda. Mientras vivía en Europa escribió una novela en francés, Pablo ou la vie dans les pampas. Fue también periodista y con el seudónimo de Alvar publicó gran NÚMERo de crónicas entre 1871 y 1872 en “El Plata Ilustrado” de Buenos Aires. Junto a Juana Manso y Juana Manuela Gorriti fue pionera en la escritura de cuentos para niños. Publicó también los libros Recuerdos de viaje, Creaciones y Un amor. En 1881 se estrenó una obra de teatro, La Marquesa de Altamira. Permaneció en París en tanto su marido era trasladado a Austria, donde falleció en 1887 .Dos meses despues llego a Buenos Aires donde fallecio en 1892


ACCOUREZ, ACCOUREZ, Mutitudes. de Eduarda Mansilla


.  LA CIUDAD PRESENTABA AYER UN espectáculo conmovedor. Todo un pueblo acudia en masa á las calles, á las plazas. Por todas partes llegaban hombres, mujeres, niños engalanados; la multitud se agrupaba silenciosa en reverente expectativa y los ojos se fijaban ávidos en un punto solo. Los balcones de la calle Florida, las ventanas, las azoteas rebosaban jente. Los incesantes y acompasados disparos de cañon mantenían el espíritu en piadosa emocion. Amaneció nublado, melancólico el dia, como en armonía con la ceremonia solemne y triste que celebrabamos los Argentinos. Elsolmostró sin embargo susrayos dorados un instante; era como la caricia materna del suelo americano, que acojia al ilustre hijo en su seno, aunque muerto, le sonreía amorosa. Misterio! El astro luminoso apareció en aquel momento en que se trasladaba el féretro del “Villarino” á la falúa de gala; brilló sobre aquel túmulo y se ocultó luego. * Fragmento.PublicadoenLaTribuna,enrelaciónconlarepatriacióndelosrestosdel Gral. SanMartín.Se respetóla sintaxis y la ortografía de la época. Eduarda Mansilla 24 Desde los balcones delClub del Progreso ví llegar la procesion. (…) Un mar de seres humanos se ajitaba debajo de los balcones del club. La calle Florida hasta donde podian alcanzar mis miradas estaba llena; policiales mantenia sin embargo el órden con una regularidad notable. Apareció el primer grupo precedido por varios oficiales de Policia, montando magníficos caballos y seguidos por vijilantes lujosamente vestidos. Mi corazon latía con violencia; –ya se avistaba el carro, como Argentina y como madre me sentía profundamen- te conmovida! Aquel suntuoso carro contenía los despojos mortales del héroe por excelencia, del guerrero que en mis tempranos años aprendí á respetar y admirar, sentada en las rodillas de mi padre, su compañero de armas. (…) El General San Martín parecía cubrir con su sombra jigante, aquel núcleo de notabilidades contemporáneas, exhortándolas á la unión, a la grandeza del sacrificio. Flores olorosas en profusion caian en lluvia fragante sobre el carro y los brillantes oficiales y distinguidos ciudadanos que lo custodiaban. Música magestuosa ajustada á la circunstancia daba á la ceremonia un carácter profundamente conmovedor. He asistido en Paris al entierro delPresidente Thiers, puedo asegurar que la ceremonia de ayer fue massolemne y tan suntuosa como la del gran estadista francés. La garúa fina que caía por momentos, las nubes oscuras que velaban el azul de nuestro cielo, parecian el cuadro mas 25 Escribir Buenos Aires. Miradas de una ciudad literaria adecuado á la ceremonia fúnebre á que asistimos. El sol radiante hubiera segun mi sentir, despoetizado la grandeza de aquel acto. ¿Hablaré de los lucidos regimientos que desfilaban con admirable precisión de sus gefes montados en soberbios caballos casi todos? Seríamenester escribirmucho sobre ellos y eltiempo me falta. Me limito á decir que me he sentido orgullosa y tranquila delante de tales tropas; hacen honor al pueblo argentino. Los extranjeros han fraternizando con nosotros, pagándonos ayer y en el centenario del ilustre Rivadavia, la deuda contraída con la tierra americana, que los acoje en su cariñoso regazo. El cielo se ha desencadenado en lluvia; los relámpagos cruzan la bóveda celeste, retumba el trueno, me estremezco sin poderlo remediar. Pero una voz varonil muy querida me tranquiliza con estas palabras: “Ya nada hay que temer, el General descansa en la Catedral y gracias al cielo nuestra terrible responsabilidad ha terminado.” Entonces recien apreció en todo su valor cuanto agradecimiento debemos los Argentinos á los bravos oficiales del “Villarino” y á su digno comandante que con tanto acierto trajeron á puerto seguro los restos del ilustre libertador. Una accion de gracias al Dios de los ejércitos y de los marinos se eleva de mi corazon y mil veces bendigo al Todo Poderoso!

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