lunes, 5 de julio de 2021

LEWIS CARROLL (Charles Lutwidge Dogson; 1832-1898)

 

LEWIS CARROL -. Alicia en el país de las maravillas;

Fragmento del capitulo 6

 

El Gato, cuando vio a Alicia, se limitó a sonreír. Parecía tener buen carácter, pero también
tenía unas uñas muy largas Y muchísimos dientes, de modo que sería mejor tratarlo con
respeto.

--Minino de Cheshire --empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le
gustaría este tratamiento: pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que
Alicia decidió que sí le gustaba--.
Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de
aquí?
--Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar --dijo el
Gato.
--No me importa mucho el sitio... --dijo Alicia.
--Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes --dijo el Gato.
--... siempre que llegue a alguna parte --añadió Alicia como explicación.
--¡Oh, siempre llegarás a alguna parte --aseguró el Gato--, si caminas lo suficiente!


A Alicia le pareció que esto no tenía vuelta de hoja, y decidió hacer otra pregunta:
¿Qué clase de gente vive por aquí?
--En esta dirección --dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha-- vive un
Sombrerero. Y en esta dirección --e hizo un gesto con la otra pata-- vive una Liebre de
Marzo. Visita al que quieras: los dos están locos.
--Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca --protestó Alicia.
--Oh, eso no lo puedes evitar --repuso el Gato--. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco.
Tú estás loca.
--¿Cómo sabes que yo estoy loca? --preguntó Alicia.
--Tienes que estarlo
--afirmó el Gato--, o no habrías venido aquí.


Alicia pensó que esto no demostraba nada. Sin embargo, continuó con sus preguntas:
--¿Y cómo sabes que tú estás loco?
--Para empezar -repuso el Gato--, los perros no están locos. ¿De acuerdo?
--Supongo que sí --concedió Alicia.
--Muy bien. Pues en tal caso --siguió su razonamiento el Gato--, ya sabes que los perros
gruñen cuando están enfadados, y mueven la cola cuando están contentos. Pues bien, yo

gruño cuando estoy contento, y muevo la cola cuando estoy enfadado. Por lo tanto, estoy
loco.
--A eso yo le llamo ronronear, no gruñir --dijo Alicia.
--Llámalo como quieras --dijo el Gato--. ¿Vas a jugar hoy al croquet con la Reina?
--Me gustaría mucho --dijo Alicia--, pero por ahora no me han invitado.
--Allí nos volveremos a ver --aseguró el Gato, y se desvaneció.


A Alicia esto no la sorprendió demasiado, tan acostumbrada estaba ya a que sucedieran
cosas raras. Estaba todavía mirando hacia el lugar donde el Gato había estado, cuando éste
reapareció de golpe.
--A propósito, ¿qué ha pasado con el bebé? --preguntó--. Me olvidaba de preguntarlo.
--Se convirtió en un cerdito --contestó Alicia sin inmutarse, como si el Gato hubiera vuelto
de la forma más natural del mundo.
--Ya sabía que acabaría así --dijo el Gato, y desapareció de nuevo.


Alicia esperó un ratito, con la idea de que quizás aparecería una vez más, pero no fue así, y,
pasados uno o dos minutos, la niña se puso en marcha hacia la dirección en que le había
dicho que vivía la Liebre de Marzo.
--Sombrereros ya he visto algunos --se dijo para sí--. La Liebre de Marzo será mucho más
interesante. Y además, como estamos en mayo, quizá ya no esté loca... o al menos quizá no
esté tan loca como en marzo.
Mientras decía estas palabras, miró hacia arriba, y allí estaba el Gato una vez más, sentado
en la rama de un árbol.
--¿Dijiste cerdito o cardito? --preguntó el Gato.
--Dije cerdito --contestó Alicia--. ¡Y a ver si dejas de andar apareciendo y desapareciendo
tan de golpe! ¡Me da mareo!
--De acuerdo --dijo el Gato.
Y esta vez desapareció despacito, con mucha suavidad, empezando por la punta de la cola y
terminando por la sonrisa, que permaneció un rato allí, cuando el resto del Gato ya había
desaparecido.
--¡Vaya! --se dijo Alicia--. He visto muchísimas veces un gato sin sonrisa, ¡pero una sonrisa
sin gato! ¡Es la cosa más rara que he visto en toda mi vida!

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