LEWIS CARROL -. Alicia en el país de las maravillas;
Fragmento del capitulo 6
El Gato, cuando
vio a Alicia, se limitó a sonreír. Parecía tener buen carácter, pero también
tenía unas uñas
muy largas Y muchísimos dientes, de modo que sería mejor tratarlo con
respeto.
--Minino de
Cheshire --empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le
gustaría este
tratamiento: pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que
Alicia decidió
que sí le gustaba--.
Minino de
Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de
aquí?
--Esto depende
en gran parte del sitio al que quieras llegar --dijo el Gato.
--No me importa
mucho el sitio... --dijo Alicia.
--Entonces
tampoco importa mucho el camino que tomes --dijo el Gato.
--... siempre
que llegue a alguna parte --añadió Alicia como explicación.
--¡Oh, siempre
llegarás a alguna parte --aseguró el Gato--, si caminas lo suficiente!
A Alicia le
pareció que esto no tenía vuelta de hoja, y decidió hacer otra pregunta:
¿Qué clase de
gente vive por aquí?
--En esta
dirección --dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha-- vive un
Sombrerero. Y en
esta dirección --e hizo un gesto con la otra pata-- vive una Liebre de
Marzo. Visita al
que quieras: los dos están locos.
--Pero es que a
mí no me gusta tratar a gente loca --protestó Alicia.
--Oh, eso no lo
puedes evitar --repuso el Gato--. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco.
Tú estás loca.
--¿Cómo sabes
que yo estoy loca? --preguntó Alicia.
--Tienes que
estarlo --afirmó el
Gato--, o no habrías venido aquí.
Alicia pensó que
esto no demostraba nada. Sin embargo, continuó con sus preguntas:
--¿Y cómo sabes
que tú estás loco?
--Para empezar
-repuso el Gato--, los perros no están locos. ¿De acuerdo?
--Supongo que sí
--concedió Alicia.
--Muy bien. Pues
en tal caso --siguió su razonamiento el Gato--, ya sabes que los perros
gruñen cuando
están enfadados, y mueven la cola cuando están contentos. Pues bien, yo
gruño cuando
estoy contento, y muevo la cola cuando estoy enfadado. Por lo tanto, estoy
loco.
--A eso yo le
llamo ronronear, no gruñir --dijo Alicia.
--Llámalo como
quieras --dijo el Gato--. ¿Vas a jugar hoy al croquet con la Reina?
--Me gustaría
mucho --dijo Alicia--, pero por ahora no me han invitado.
--Allí nos
volveremos a ver --aseguró el Gato, y se desvaneció.
A Alicia esto no
la sorprendió demasiado, tan acostumbrada estaba ya a que sucedieran
cosas raras.
Estaba todavía mirando hacia el lugar donde el Gato había estado, cuando éste
reapareció de
golpe.
--A propósito,
¿qué ha pasado con el bebé? --preguntó--. Me olvidaba de preguntarlo.
--Se convirtió
en un cerdito --contestó Alicia sin inmutarse, como si el Gato hubiera vuelto
de la forma más
natural del mundo.
--Ya sabía que
acabaría así --dijo el Gato, y desapareció de nuevo.
Alicia esperó un
ratito, con la idea de que quizás aparecería una vez más, pero no fue así, y,
pasados uno o
dos minutos, la niña se puso en marcha hacia la dirección en que le había
dicho que vivía
la Liebre de Marzo.
--Sombrereros ya
he visto algunos --se dijo para sí--. La Liebre de Marzo será mucho más
interesante. Y
además, como estamos en mayo, quizá ya no esté loca... o al menos quizá no
esté tan loca
como en marzo.
Mientras decía
estas palabras, miró hacia arriba, y allí estaba el Gato una vez más, sentado
en la rama de un
árbol.
--¿Dijiste
cerdito o cardito? --preguntó el Gato.
--Dije cerdito
--contestó Alicia--. ¡Y a ver si dejas de andar apareciendo y desapareciendo
tan de golpe!
¡Me da mareo!
--De acuerdo
--dijo el Gato.
Y esta vez
desapareció despacito, con mucha suavidad, empezando por la punta de la cola y
terminando por
la sonrisa, que permaneció un rato allí, cuando el resto del Gato ya había
desaparecido.
--¡Vaya! --se
dijo Alicia--. He visto muchísimas veces un gato sin sonrisa, ¡pero una sonrisa
sin gato! ¡Es la
cosa más rara que he visto en toda mi vida!
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