PÁGINA PRELIMINAR.-Jorge Luis Borges; Buenos Aires, 18 de septiembre de 1985
José Bianco es uno de los primeros
escritores argentinos y uno de los menos famosos. L explicación
es fácil. Bianco no cuidó su fama, esa ruidosa cosa que
Shakespeare equiparó a una burbuja y que ahora comparten las marcas de
cigarrillos y los políticos.
Prefirió la lectura y la escritura de buenos libros, la
reflexión, el ejercicio íntegro de la vida y la generosa amistad. Su obra
general es parca, ya que la ha pensado y limitado. Los manuscritos que precedieron
al texto que el autor dio a la imprenta no se dejan sentir; lo que leemos de él
nos parece espontáneo, aunque sin duda no lo es. Yeats dictaminó que un solo
párrafo puede exigir muchas horas; pero si no parece el don de un momento,
nuestro tejer y nuestro destejer son inútiles. Como el cristal o como el aire,
el estilo de Bianco es invisible. Las palabras, aunque armoniosas, no se
interponen entre el autor y los lectores. Éste es un modo de afirmar que su
estilo es clásico. En el caso de lo barroco, se advierten más los medios que
los fines; las palabras resaltan y su propósito es lo de menos. Las páginas de
José Bianco nos confían, casi imperceptiblemente, una historia que nuestra
imaginación agradece y de la que no podemos descreer. Esta virtud no es común.
He confesado alguna vez que soy demasiado tímido para
ser un buen lector de novelas. Me siento perdido entre tanta gente. Cuando era
joven me gustaba olvidarme entre las multitudes de Dickens, de Hugo o de los
rusos; ahora me siento tan incómodo en esas turbas como en una sesión académica,
en un banquete o en una fiesta de fin de año. Decididamente, no soy the man of the crowd. En las
novelas de Bianco no abundan los fastidiosos personajes; a los protagonistas se
les suman escasas personas, que también cumplen roles protagónicos. Éste es
otro de sus aciertos de narrador. Re cuerdo gratamente la lectura de su novela Sombras suele vestir, palabras
que proceden de
Góngora. En ella, Bianco nos cuenta una historia donde,
tal como sucede en la realidad, lo cotidiano y lo fantástico se entretejen.
Ayuda a lo fantástico la gravitación de la Biblia, tantas veces recordada y
citada por los protagonistas.
A José Bianco le debemos las siguientes obras: el volumen
de cuentos La pequeña Gyaros, las novelas Las ratas, La pérdida del reino, Sombras suele vestir y los magníficos ensayos de Ficción
y realidad. Más tiempo ha consagrado a la
desinteresada y sutil tarea de traductor. Ha vertido al castellano unos 40
textos; recuerdo ahora su admirable versión del más famoso de los cuentos de
Henry James. El título es, literalmente, La
vuelta de tuerca; Bianco, fiel a la complejidad
de su artífice, nos da Otra vuelta de tuerca.
Quienes hoy se llaman intelectuales no lo son en verdad,
ya que hacen de la inteligencia un oficio casi insolente o un instrumento para
la acción. Bianco, que sin duda lo es, jamás hace alarde de esa condición y la
maneja con parquedad y prudencia. Pocos hombres de letras he conocido con la
sensatez de José Bianco.
Hace años que me honra con su clara amistad, durante
esos años me ha sido dado comprobar su vasta y viva curiosidad literaria, que
abarca las más diversas y dispares épocas de la historia y de la geografía. José
Bianco nació en Buenos Aires, a finales de 1908, año en que la esperanza era
fácil. Cultivó con dedicación especial el francés y el inglés. Durante mucho
tiempo fue secretario de redacción de la revista Sur y, de hecho, director, ya
que elegía los originales y vigilaba la puntuación en casos de duda. Recuerdo una
polémica oral con Roger Caillois. Éste había afirmado que Jesús nunca habló del
infierno; Bianco, esa misma noche, le trajo una quincena de ejemplos de
esa palabra terrorífica que los evangelios registran.
"...soy demasiado tímido para ser un buen lector de novelas. Me siento perdido entre tanta gente..." jajajaja, qué genio!
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