Una carroña
(
Alma
mía, recuerda el objeto que vimos
esa
hermosa mañana de verano:
al
volver un sendero, una infame carroña
en un
cauce sembrado de guijarros.
Levantadas
las piernas, como un lúbrico gesto,
trasudando
ardorosa sus venenos,
entreabría
de un modo indiferente y cínico
su
vientre rebosante de vapores.
Vimos
cómo aquel sol se ensañaba en la podre
como
para dejarla bien cocida,
devolviendo
con creces a la Naturaleza
todo
cuanto ella misma había unido.
Contemplaban
los cielos el soberbio esqueleto
como una
flor a punto de brotar.
El hedor
era tal que allí, sobre la hierba,
creíste
desplomarte desmayada.
Sobre
aquel vientre pútrido se afanaban las moscas
y salían
negruzcos batallones
de unas
larvas movibles como un líquido espeso
entre
aquellos andrajos de la vida.
Todo
aquello se hundía y se hinchaba encrespándose
con
destellos de espuma en las olas,
como un
cuerpo animado por un soplo indecible
cuya
vida creciese en sí misma.
Y ese
mundo engendraba una música extraña,
como el
agua que corre y el viento,
como el
grano agitado por la rítmica mano
al girar
revolviéndose en la criba.
Se
borraban las formas, no eran más que un ensueño,
un
esbozo que tarda en perfilarse
en la
tela olvidada, y que acaba el artista
reviviendo
tan sólo un recuerdo.
Tras
las rocas había una perra impaciente
que
tenía en los ojos el furor,
acechando
el momento de volver a roer
los
manjares que tuvo que soltar.
-¡Y
pensar que serás igual que esta carroña,
que te
espera la misma podredumbre,
tú, la
estrella y el sol de mis ojos, mi vida,
tú,
ángel mío, a quien llamo mi pasión!
Así
tienes que ser, soberana de encantos,
tras
aquel sacramento que es el último,
cuando
bajo la hierba y el mantillo del campo
enmohezca
tu cuerpo entre los huesos.
Oh,
beldad mía, entonces di a los crueles gusanos
que
contigo tendrán festín de besos,
que
conservo la forma y la esencia divina
de estos
amores míos que son polvo.
Charles
Baudelaire.
Poeta, crítico de arte y traductor francés (1821-1867),
exponente del simbolismo en Francia y lúcido escritor de su época, quien rompió
con las formas poéticas clásicas compartiendo opiniones sobre la modernidad, el
arte, la cultura y la poesía. Sus “Flores del mal” fueron perseguidas y
mutiladas por la ley, buena parte de la sociedad de la época lo excluyó y quedó
para la historia como un “poeta maldito”.
Lo feo también contiene esencia divina y puede ser
hermoso. El poeta transforma la visión de una carroña en
una declaración de amor que recuerda un poco, aunque de forma mucho más cruda,
a uno de los sonetos de amor más
hermosos de la literatura. Lo feo y lo sucio también se vuelven
parte de la poesía, la modernidad acepta todo lo que permita describir las
emociones que sienten sus hombres. La “estrella y sol” del
poeta, la divina mujer que es exaltada, llegará en algún momento a ser
carroña, y el hombre moderno está consciente de eso; su idealización incluye
esa consciencia, esa claridad de saber que ese posible “polvo enamorado” será antes una carroña
descompuesta y comida por los gusanos, que la hermosura se convertirá en
podredumbre. Con lo que dice, el poeta parece acercarse más a la claridad de la
lucidez que contentarse con la vaguedad del ensueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario