"Lo que leo lo cuento: Si nadie habla de las cosas que importan (Jon McGregor)" https://loqueleolocuento.
Título original: If nobody speaks of remarkable things
Traductores: Libertad Aguilera y Gabriel Dols
Páginas: 285
Publicación: 2002 (2006)
Editorial: Salamandra
Sinopsis: Una calle cualquiera de una ciudad del norte de
Inglaterra el último domingo de verano. Las escenas se suceden como si fuesen
polaroids pegadas sobre una cartulina: estudiantes que hacen las maletas sin
saber qué les depara el futuro; niños que entran y salen corriendo de sus
casas; jóvenes que empiezan a despertar tras pasar la noche de fiesta; un
hombre que pinta de azul pálido las ventanas de su casa; un matrimonio que se
encierra en su dormitorio para hacer el amor; una pareja de ancianos que se
prepara para celebrar su aniversario...
Si nadie habla de las cosas que
importan, ¿cómo pueden llamarse importantes?
Hay libros cuyo título suponen páginas y páginas de pensamientos en tu
cabeza. Leo el título de este libro, “Si nadie habla de las cosas
que importan”, y veo una invitación, unos puntos suspensivos que
inevitablemente recorro dando saltitos de uno a otro hasta llegar al último y
saltar al vacío. Antes de leer el libro, mi mente ya ha escrito otro
sobre qué sucede si nadie habla de las cosas que importan y por qué no hablamos
de las cosas que importan. Y qué es lo importante y qué no. Y qué sucede cuando
hablas de las cosas que importan.
Ella le dijo cuéntame nuestra
historia, cuéntamela como se la contarás a nuestros hijos cuando te pregunten.
Historias. Somos historias, sumas (y restas) de historias,
propias y ajenas, que nos hacen. ¿Las contamos? Algunas sí, otras no. ¿Por qué
callamos algunas cosas? ¿Por qué necesitamos hablar de otras? Probablemente
muchas veces esperamos que alguien nos tienda un puente sin necesidad de
pedirlo, que alguien note (sienta), por ejemplo, que algo no va bien sin que
haya necesidad de palabras por medio, como si bastara con escuchar que
el corazón se ha detenido, como si fuera posible que alguien escuchara
realmente los latidos (o su ausencia) de tu corazón. Y tendiera el puente. Y tú
lo atravesaras. (¿De verdad pasan estas cosas?)
A veces parece que poner palabras a lo que sentimos o pensamos lo convierte en
algo real. Y sin embargo la verdad suele estar en lo que se calla,
en los silencios, en los microgestos que suelen pasar desapercibidos, aunque
supongan la clave que desentraña nuestro enigma interior. Los hechos
cuentan (Facta, non verba) pero lo que callamos dice tanto de
quienes somos... Estar hecha de muchos silencios da qué pensar. Algo no
puede ir bien. Algo acabará por no ir bien.
Nada cambia. Divago. Pero estoy hablando del libro. De su contenido, o al menos
de lo que yo vi (que a lo mejor ni siquiera es el contenido).
Una vez atravesado el desierto generado únicamente por el título, empiezo a
leer. Y me bastan pocos párrafos para saber que estoy ante un libro
diferente, no convencional, y una forma de contar diferente. Que escribe
bien Jon McGregor. Muy bien. Prosa lírica le dicen. Un inicio espectacular,
sensorial, escuchando el despertar de una ciudad de la mano de McGregor, que da
otra dimensión (más relevante) a cada sonido que una ciudad genera, hasta
llegar a un silencio cuya fugacidad lo convierte casi en inexistente.
Es una historia de conexiones. De cómo no somos ajenos a los ajenos. De
alguna forma algo nos conecta con propios y extraños. Pasos necesarios
que nos llevan de un lugar a otro y a personas anónimas, de las que no
conoces el nombre siquiera, pero que han pasado por tu vida, fugazmente tal vez
o de forma más constante (¿conocemos el nombre de todos nuestros vecinos, de
los trabajadores del supermercado al que vamos habitualmente…?) y, quién sabe,
algo que hicieron o no hicieron, dijeron o no dijeron, ha provocado una sombra o
una luz en nuestras vidas. Y nosotros sin saberlo. Es casi magia.
Es como si McGregor hubiera cogido una fotografía, una imagen fija, estática,
de una calle cualquiera. Un momento, una postal, una calle, la gente, los
vecinos, los coches, los niños, el mobiliario urbano habitual, las casas, sus
puertas y ventanas. Y a partir de ahí, hacia delante y hacia atrás, se
desmigaja lo que sucede hasta llegar a ese momento, y lo que sucede tiempo
después. El tan conocido efecto mariposa. Al que si añadimos la fascinante hipótesis de los seis grados de separación ya tenemos material en el que
pensar. Añadimos los ingredientes de las historias de los personajes
(lo que ven, lo que son, sus vidas, lo que hablan, lo que callan), los
silencios que construimos y que a veces nos destruyen, y tenemos Si
nadie habla de las cosas que importan. Y más cosas, claro, porque
cada libro dice algo al lector que es único y es personal. Miradas,
formas de mirar. Puedes ver. O no.
No habla de esas cosas con la gente,
allí no hay nadie con quien hablar de ellas, nadie que las sepa. Si le
preguntaban, decía bien en general, en general estoy bien, va bien. Pero hay
veces en que siente demasiado, en que si pudiera contárselo a alguien, diría no
puedo soportarlo más quiero arrancar el papel de las paredes e hincarme de
rodillas y machacar el suelo con mis puños inútiles y destrozados.
La lectura deja cierto poso de tristeza. O tal vez ese poso lo tenga
incrustado en mí como una lapa. Es un libro magnífico al que únicamente puedo
reprochar ciertos círculos concéntricos hacia mitad de la lectura y un exceso
de dicen y digo que en algún momento me chirriaban innecesariamente. Pero
McGregor pone el acento en los detalles, en lo cotidiano, en lo que
omitimos y silenciamos, también en lo que ninguneamos. En lo invisible. Y eso,
a mí, siempre me hechiza.
(©AnaBlasfuemia)